jueves, 13 de noviembre de 2014

Los vencedores escriben la historia

La historia la escriben los vencedores. A estas alturas del siglo XXI no hay quien ponga en entredicho esa afirmación. Con la caída del Muro de Berlín, el fin oficial de la Guerra Fría y la reunificación de Alemania, no fue de otra manera. 

Estos últimos días, de grandes palabras y simbólicos discursos, hemos recibido de manera masiva reportajes e informes que recuerdan aquellos días, en los que gente luchaba por la "Libertad" y la "Democracia", así, siempre escrito con mayúscula. 

Algunos de los reportajes ofrecidos por televisiones alemanas y extranjeras no ahorraron en dramatización y en el uso (vergonzoso) de elementos estilísticos como la música. Todo ello para sazonar las informaciones retrospectivas sobre la revolución pacífica en la Alemania oriental y la dimisión de la Unión Soviética que supusieron el fin del Muro de Berlín.

A estas alturas del partido, y cuando hace 25 años que importantes intelectuales dieron el pistoletazo para el inicio oficial de la postmodernidad y el Fin de la Historia, quien no muestre un escepticismo militante frente al relato predominante estará lejos de entender la realidad.

Recién cumplido un cuarto de siglo de la caída del Muro, para mi todos son preguntas: ¿realmente supusieron el fin de la división alemana y el hundimiento del Bloque socialista la conquista de la Libertad y la Democracia, así, con mayúsculas? ¿Dónde estaban y qué hacían entonces los que ahora marcan los designios de esta Europa sin rumbo? ¿Fue realmente Angela Merkel, ciudadana integrada de la Alemania oriental, una disidente en la RDA y una luchadora por la Libertad y la Reunificación germana? ¿Tantos motivos hay para celebrar tanto?

El que fuera el primer (y último) primer ministro democráticamente elegido de la República Democrática Alemana (RDA), el democristiano Lothar de Maizière, nos concedió la semana pasada a mi y al colega José-Pablo Jofré una apasionante entrevista en la que desgranó su visión de todo lo que ocurrió desde el lado de los vencidos; es decir, desde el Este. Aquí la tenéis:

«Kohl cree que fue el único que dio el empujón al Muro»


Eberhard Thonfeld ©

Lothar de Maizière nos recibe en su despacho que huele a trabajo –«¡una oficina ordenada significa siempre que en ella no se trabaja!», aclara–. Tiene vistas hacia al cementerio Dorotheenstädtisch, donde descansan Brecht, Hegel, Fichte y Heiner Müller, entre otros artistas y pensadores. «Ahí tengo reservado mi sitio», comenta con la sabia calma de un músico y abogado corresponsable de la reunificación alemana. 

¿Se acuerda de dónde estaba usted y qué estaba haciendo el 9 de noviembre de 1989? 

Sí, esa noche yo estaba en la catedral francesa, en Gendarmenmarkt. La iglesia evangélica había invitado al nuevo y al viejo partido para discutir cómo se debía continuar, pues todos sabían que las cosas no podían seguir así. Y, en la mitad del evento, entró un joven y dijo: «Ha caído el Muro». En seguida pensé que todos se marcharían, pero el moderador dijo: «No, todavía no; dos grupos no han podido exponer su perspectiva del futuro.» 

Y, efectivamente, todos permanecieron sentados y no se marcharon hasta terminada la reunión. Entonces la mayoría se fue a la frontera. Menos yo, que me fui a casa porque el 10 de noviembre la Dirección General de la CDU de Alemania Oriental elegía a su nuevo presidente y yo era uno de los candidatos. Por la tarde había estado pensando qué decir en mi discurso, pero estaba claro que después de la noticia de la caída del Muro podía tirar mi discurso a la basura. «Ahora tienes que inventarte otro», me dije. «Una investigación demostró que no trabajé para la Stasi» 

¿Hubo momentos en los que temió que el proceso de democratización y reunificación de Alemania pudiera descarrilar?

No. La cuestión decisiva era más bien cómo reaccionarían los soviéticos. Nosotros, los alemanes del Este, habíamos tenido ya la experiencia en 1953 en Berlín, en 1956 en Hungría, en 1968 en Praga y cada vez que había algún tipo de cambio notable. Pero, en septiembre de 1988, Mijail Gorbachov dio un discurso ante la ONU donde dijo que la Doctrina Brézhnev ya no sería más un instrumento para la política exterior. 

En noviembre de 1968, después de que la insurrección en Praga fuera aplastada, se reunieron en Varsovia los líderes de los partidos comunistas del Bloque del Este y determinaron que cuando en alguno de sus países el sistema socialista corriera peligro, los otros no sólo tenían el derecho, sino la obligación de intervenir y de reprimir la contrarrevolución. Gorbachov explicó entonces ante la ONU que dicha doctrina dejaría de tener vigencia. A partir de ese momento regiría el principio de no intervención en asuntos externos europeos. Y así fue su comportamiento. 

Ese fue un factor decisivo. Tiempo después hablé con el general en jefe de las fuerzas armadas soviéticas y me dijo que la orden era que si la RDA era atacada desde fuera, la cláusula de defensa mutua estipulada por el Pacto de Varsovia establecía que los militares tenían permiso de salir del cuartel para defenderse si la población civil intentaba atacar a los rusos. Pero ese no fue el caso. 

Recientemente se han publicado unas declaraciones del excanciller Helmut Kohl, en las que ponía en entredicho el papel de la revolución pacífica en la RDA y aseguraba que la caída del Muro fue responsabilidad exclusiva de Mijail Gorvachov. ¿Qué opinión le merecen sus palabras? 

Los comentarios de Kohl son el resultado de la decepción por el hecho de que ya nadie lo toma tan en serio como él se toma a sí mismo. Él cree que le dio un empujón al Muro, que fue quien lo hizo todo. No tiene en cuenta la participación de los germanoorientales. Desde el día en que lo conocí, Kohl siempre ha actuado para que su imagen en los libros de historia sea impecable. 

Sus comentarios son en parte correctos, pero sólo una verdad a medias. Es verdad que Gorbachov ya no era capaz de mantener el control, ni en su propio país. Y no reconoció a tiempo que ese sistema no podía ser reformado. El sistema se desplomaba o se seguía manteniendo por medio de la fuerza. Los sistemas dictatoriales se basan en el secreto y en el espionaje. En el momento que ceden en libertades, dejan de funcionar. En el fondo, Kohl quiere relativizar el trabajo de los demás y brillar con mejor luz. 

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