martes, 12 de octubre de 2010

Australia: el fin es el camino


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"Pascal, en una de sus melancólicas reflexiones, sentenció que todas nuestras miserias tienen una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos tranquilos en una habitación".

"Nuestra naturaleza reside en el movimiento; la completa calma es la muerte".

La primera cita procede del recomendable libro del periodista, escritor y viajero inglés Bruce Chatwin The Songlines ("Los trazos de la canción"); la segunda, también extraída del libro de Chatwin, son palabras del mismo Pascal. Una y otra sirven para resumir el sabor de boca que se le queda a uno tras viajar como un poseso por el continente australiano: más 10.000 kilómetros en un mes; tres aviones, una furgoneta, dos coches, varios autobuses, un tren, una bicicleta y mis propios pies me sirvieron para intentar pisar lo máximo posible de un continente cuya naturaleza colma los sentidos. Y te hace sentir pequeño.

Mi estado durante los últimos 30 días ha sido el movimiento casi por necesidad psicológica, ante la enorme realidad que tenía delante. Hasta tal punto que al final pareciese que el camino y no el destino le daba sentido al viaje. Seguramente porque así fue. Bien lo apuntaba Chatwin en su libro, durante cuya preparación buscó descubrir el complejo sistema de comunicación usado por las culturas aborígenes australianas, destrozadas con la llegada del progreso blanco occidental: mientras el nómada respeta al medio en el que vive, y por ende a sí mismo, el sedentario siempre acaba por traicionar su condición humana y por desequilibrar el equilibrio natural, y por ende a sí mismo.

De Australia podría contar muchas cosas: que no es un país, sino un Estado poliédrico y con una gran fractura socioeconómica brutal entre lo que queda de la realidad aborigen y la dominante blanca, entre el outback (el desértico interior del país) y la costa bienestante; que tiene rincones tan mágicos y cargados de espiritualidad que parece mentira que formen parte de la realidad de nuestro planeta; que el desparpajo y la informalidad con los que sus habitanes asumen el primer contacto con un desconocido reconfortan al recién llegado y dejan por los suelos los (innecesarios) protocolos sociales de la vieja Europa.

Pero como una imagen dice más que mil palabras, ahí van unas cuantas.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya cabronazo! Has estado por Australia, joder tu si que te lo montas bien! Ya contarás...

Aidà