domingo, 27 de septiembre de 2009

Merkel, canciller en la sombra

Aprovechando que hoy se celebran elecciones generales en Alemania, y ya que no me dejan votar, aporto un perfil-resumen de Angela Merkel y lo que ha sido su legislatura al frente de la Gran Coalición. Publicado en El Economista, diario con el que hace un par de semanas comencé a colaborar. Si quieres leer el reportaje tal y como fue publicado, clica en este enlace.

A las puertas las elecciones federales alemanas que se celebran el próximo domingo, los medios y analistas políticos del país centroeuropeo dan por segura una cosa: la líder de los democristianos de la CDU, Angela Merkel, revalidará su condición de canciller de Alemania. La pregunta que está en el aire es qué tipo de Gobierno liderará: ¿una coalición de centro-derecha con los liberales del FDP o una reedición de la Gran Coalición con los socialdemócratas del SPD que ha gobernado Alemania durante la última legistaura? Todo dependerá de los resultados de estos tres partidos, y también de la poco probable sorpresa electoral que pueda dar alguna de las otras dos formaciones del arco parlamentario alemán: Los Verdes y La Izquierda (partido nacido en 2007 de la coalición entre un grupo de socialistas descontentos escindido del SPD y los poscomunistas del desaparecido régimen socialista oriental, la República Democrática Alemana).


Según la evolución de los sondeos durante los últimos meses, todo apunta a que su perfil bajo, su recatamiento político y su pragmatismo serán los factores que permitan a Merkel dirigir el rumbo del motor económico europeo durante cuatro años más. A diferencia de otros líderes conservadores de Europa, como Silvio Berlusconi o Nicolas Sarkozy, Angela Merkel siempre se mostrado como una gobernante cautelosa y reservada, poco dada a airear los detalles de su vida personal y que ha ofrecido con cuentagotas entrevistas a la prensa. Precedida de todo un fenómeno del espacio público como el anterior inquilio en la cancillería, el socialdemócrata Gehrard Schröder, Merkel se quiso desmarcar desde un inicio de un uso espectacular de los medios, con alguna que otra excepción, como la del espectacular escote que lució la canciller en la inaguración de la nueva Ópea de Oslo el pasado año y que tanto titulares arrancó en la prensa sensacionalista alemana. Merkel ha apostado por un paso silencioso que parece haberle funcionado para mantener a su partido al frente de las escuestas de intención de voto.

No en vano, y desde que empezaron a publicarse sondeos electorales, la CDU ha mantenido en todo momento una holgada ventaja respecto a su máximo rival y ya ex socio de Gobierno, el SPD. Según el último muestreo publicado por el canal de televisión público ARD el pasado 18 de septiembre, la CDU recibiría el próximo domingo el 35% de los votos, mientras que el SPD, tras arrancar tres puntos a los otros dos partidos considerados de izquierda, se situaría en el 26%. Con todo, hay que apuntar que la evolución de la CDU ha sido descendente, mientras que el SPD ha ido ganado algo de terreno, lo que le ha permitido tomar un poco de aire: a principios de año, la coalición conservadora CDU-CSU estaba en el sondeo referencial de la ARD por encima del 35% en intención de voto, mientras el SPD alcanzaba a duras penas el 26%. En agosto, la diferencia se agrandó: los conservadores alcanzaron los 37 puntos, mientras el SPD se situaba en el 23%, un pronóstico que hizo saltar las alarmas en el seno de los socialdemócratas.

Tras el único debate televisado entre ambos candidatos, el SPD recortó algo de distancia, gracias a la imagen de seguridad y determinación mostrada por Steinmeier. Muchos vieron en Merkel un estilo demasiado suave y conciliador. En el último sondeo del pasado domingo, el resto de formaciones con presencia parlamentaria mantuvo más o menos los resultados que se esperan de ellos: un 14% para los liberales del FDP (que se convertirían así en el partido bisagra para cualquier tipo de coalición con las dos grandes formaciones), un 11% para el partido de La Izquierda y un 10% para Los Verdes, que ya formaron parte del Gobierno federal durante la última legislatura de Schröder entre 2001 y 2005.

No son pocos los que apuntan al perfil bajo y prudente mostrado por Merkel durante los últimos cuatro años como el motivo principal de esta aparentemente segura victoria electoral, de ese mantenido liderazgo en los sondeos. Considerada por muchos como una líder insuficiente para ser canciller antes de las últimas elecciones federales de 2005 y criticada por su falta de carisma político durante sus primeros días en el cargo, Merkel ha ido construyéndose una imagen de gobernante responsable, trabajadora y tenaz tanto dentro como fuera de Alemania, ha ido ganándose la confianza de parte de aquéllos que la consideraban incapaz para gobernar. Merkel sigue siendo una figura gris e incluso aburrida, con muy poco encanto, pero una figura que no parece que pueda dar grandes sorpresas. Un apuesta segura, al fin y al cabo.

La canciller conoce bien a su principal rival, el candidato socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier: ha trabajado con él codo con codo durante los últimos cuatro años, pues él ha sido su ministro de Exteriores. Durante el único cara a cara electoral que ambos candidatos protagonizaron el pasado 13 de septiembre, Merkel y Steinmeier así lo demostraron: más que el típico debate marcado por el estilo agrio y los golpes bajos, Merkel y Steinmeier ofrecieron un debate sosegado, casi un diálogo de dos personas con puntos de vistas diferentes pero que se respetan y se admiran mútuamente. Durante el cara a cara, por momentos extremadamente aburrido, ambos candidatos incluso se lanzaron algún que otro guiño. Más que rivales políticos, Merkel y Steinmeier parecían viejos socios que no cierran la puerta a una posible futura nueva colaboración.

Sin embargo, Merkel lo dejó bien claro: su apuesta es formar una coalición de Gobierno con los liberales del FDP que le permita acabar con la Gran Coalición, considerada por muchos como antinatural. “Creo que mi partido tiene más puntos en común con los liberales que los socialdemócratas”, dijo Merkel. Teniendo en cuenta que el FDP descarta la posibilidad de una “coalición semáforo” (es decir, de liberales, cuyo color electoral es el amarillo, socialdemócratas y verdes), que el SPD se niega coaligar a nivel federal con el partido de La Izquierda (con el que, por ejemplo, gobierna en la capital, Berlín) y que Los Verdes no barajan la posibilidad de formar Gobierno con liberales y democristianos, siempre y cuando no se produzcan grandes sospresas o un impresionante vuelco electoral, las posibilidades quedan reducidas a dos: CDU-FDP o CDU-SPD.

Trayectoria

Pero, ¿quién es Angela Merkel? ¿Quién se esconde detrás de esta líder de sonrisa tímida y ojos con cierto poso de tristeza? Para entender a esa figura, hay que echar un rápido vistazo a su trayectoria vital y política: Merkel es lo que los alemanes llaman popularmente una ossi. Es decir, una antigua ciudadana de la derrumbada República Democrática Alemana, el sistema socialista oriental que vio llegar su fin tras la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

Nacida el 17 de julio de 1954 en Hamburgo, en el noroeste de Alemania, Merkel creció en la pequeña ciudad de Templin, en el noreste del país. Hija de un pastor protestante, creció apartada de la realidad política que se respiraba en la RDA. En 1973 comenzó a estudiar Física en Leipzig, estudios que finalizó en 1978. Ese mismo año empezó a trabajar en la Academía de Ciencias de Berlín oriental. Su vida al margen de la política acabó con la desintegración de la RDA: en 1989 entró en el movimiento opositor “Demokraticher Aufbruch” (“Resurgimiento democrático”) y el año siguiente pasó a la CDU, donde se convirtió en la portavoz del primer Gobierno democráticamente elegido de la RDA. En 1991 entró a formar parte por primera vez de un gabinete federal como ministra de la Mujer y la Juventud bajo la cancillería del Helmut Kohl, una figura considerada por muchos como su padrino político. De hecho, los medios germanos la bautizaron como “la chica de Kohl”. En 1994 tomó la cartera de Medio Ambiente, para covertirse en 2000 en la presidenta de la CDU. Su carrera hacia la cancillería alemana se vio apuntalada en 2002 tras ser nombrada presidenta de la fracción parlamentaria conservadora CDU-CSU (el partido socialcristiano bávaro hermano de los democristianos). En 2005 fue la candidata más votada en las últimas elecciones federales alemanas. Merkel se convertía así en una canciller bien atípica: una alemana oriental, casada de segundas y sin hijos, poco atractiva para los medios de comunicación y con poca capacida de seducción ante las cámaras. De sus palabras se extrae la mejor definición de su ideario político: “Mis valores fundamentales son la economía social de mercado y la democracia”, dijo una vez.

Merkel llegó al poder en un momento complicadísimo para Alemania: después de que el Gobierno de Gehrard Schröder introdujese la impopular Agenda 2010 (paquete de medidas sociales y económicas para hacer frente al estancamiento económico sufrido por Alemania entre otoño 2000 y finales 2003, el más largo desde la fundación de la República Federal), el motor económico europeo seguía teniendo el crecimiento más bajo de toda Europa y arrastraba un desempleo de más de cinco millones de personas. Merkel achacó la situación a una “política nacional errónea” del Gobierno rojiverde formado por el SPD y Los Verdes. “En el 2000 todavía teníamos unas reservas de 23 mil millones de euros en el sistema de la seguridad social. Ese dinero ha desaparecido. Ustedes han saqueado la seguridad social. Ésa es la verdad. Eso es lo que ustedes nos han dejado”, acusaba Merkel a su rivales políticos antes de su victoria por la mínima en 2005. Finalmente, debido al ajustadísimo resultado electoral, Merkel se vio obligada a pactar con los socialdemócratas. Era el nacimiento de la bautizada como la Gran Coalición

Medidas contra el estancamiento

Con un endeudamiento récord y un paro inaceptable, la CDU-CSU y el SPD no tuvieron otra opción que dejar de lado sus diferencias ideológicas y ponerse manos a la obra desde una perspectiva pragmática. La Gran Coalición ha ido aprobando así una serie de medidas con el objetivo de reactivar el mercado de trabajo y la economía, así como sanear las malogradas cuentas públicas del Estado alemán. El aumento en un 3% del IVA fue una de las primeras decisiones para intentar subsanar el agujero en la caja pública, criticada duramente por los liberales, en la oposición. Gracias a la presión del SPD, la Gran Coalición de Merkel también decidió aprobar el aumento del 42% al 45% de la contribución fiscal de los ciudanos solteros con ingresos anuales superiores a los 250.000 euros, y a los 500.000 en caso de los matrimonios. Fue el llamado “impuesto para ricos”.

El socialdemócrata Peer Steinbrück fue designado Ministro de Finanzas: parecía el hombre adecuado para aumentar los ingresos en la caja pública así como para establecer medidas de ahorro que permitiesen una consolidación de los presupuestos estatales. Al principio, todo parecía funcionar de maravilla: el desempleo bajaba (actualmente está en los 3,32 millones de personas, por debajo del 8%), los ingresos fiscales fluían, con lo que Steinbrück ya planeaba alcanzar el equilibrio en las cuentas del Estado para 2011. Entonces estalló primero la crisis financiera y después la crisis económica global. Tras las elecciones del domingo, Steinbrück dejará tras de sí una planificación presupuestaria que prevé un endeudamiento récord de más de 86 mil millones de euros para 2010. A pesar de que la Gran Coalición no consiguió cumplió con el pacto de estabilidad europeo en cuanto a endeudamiento público existente, Steinbrück sí consiguió al menos cumplir con las premisas comunitarias en lo referente al nuevo endeudamiento tanto en 2007 como en 2008. Tras el inicio de la crisis, Alemania tendrá que esperar ahora hasta 2013 para poder reducir ese endeudamiento público anual a menos 3% del PIB, como exige el Pacto de Estabilidad. Para entonces, el porcentaje de endeudamiento público habrá escalado hasta el 80%.

Otra de las medidas poco populares fue el aumento de la edad de jubilación: como en otros países europeos, la baja tasa de natalidad y la cada vez mayor esperanza de vida están acentuando el proceso de envejecimiento de la sociedad alemana. En abril de 2007, la Gran Coalición aprobó con su mayoría parlamentaria el retraso progresivo de la edad de jubilación de los 65 a los 67. A cambio, el Gobierno de Merkel prometió no bajar ni un céntimo las jubilaciones.

Una de las prioridades de Merkel es la familia, a la que considera uno de los pilares de la sociedad alemana. La canciller colocó así a la democristiana Ursula von der Leyen como Ministra de Familia, quien introdujo el conocido como “dinero para los padres” y amplió el número de plazas en guarderías. Con la aprobación de una ley en 2008 que busca incentivar el aumento de la natalidad, von der Leyen prometió la creación de 750 mil plazas de guardería hasta 2013. Otra de las medidas en el campo social fue la reforma del sistema de salud: CDU-CSU y el SPD se pusieron de acuerdo para construir un fondo común del que saldría el reparto de presupuestos a diferentes cajas aseguradoras existentes en Alemania. Ello tendría que hacer más eficaz y ahorrativo el sistema sanitario. Los críticos afirman que la sostenibilidad de este sistema sigue siendo incierta.

Y ante la crisis, la receta del gabinete de Merkel fue clara: la aprobación a principios de año de un paquete de medidas coyunturales de 50.000 millones de euros para los próximo dos años, dinero destinado a incetivar el consumo interno y ayudar a las empresas nacionales. Además, el recorte de las jornadas laborales fue la fórmula elegida por la Gran Coalición para hacer frente a la bajada de la producción sin tener aumentar las estadísticas de desempleados: las empresas recortaron las jornadas y el Gobierno se hizo cargo del sueldo que las empresas se ahorraban. Otro de las medidas estrellas integradas en ese paquete conyuntural fue la prima por desguace: cada ciudadano alemán que decidiese comprarse un coche nuevo recibiría una ayuda 2.500 por su viejo coche. Fue una de las medidas estrellas del Ejecutivo de Merkel para incentivar el consumo y dar un empujón a la industria automotriz, pilar de la economía alemana.

“El pacto de las oportunidades perdidas” fue el titular con el que el semanario Der Spiegel, referencial en el periodismo político alemán, resumió su balance de la Gran Coalición encabezada por Angela Merkel: “Se trataba de hacer política pragmática, de hacer lo que era mejor para el país. Se trataba de cumplir con el encargo establecido por los votantes. Las coaliciones no son un matrimonio por amor. Con todo, la colaboración entre los dos partidos nacionales ha desarrollado un encanto propio, aunque no fuera glamuroso en absoluto”. La conclusión de Der Spiegel confirma las sospechas: el carácter de Merkel parece haber impregnado la esencia la Gran Coalición por sus cuatro costados.

Tras haberse convertido en la cabeza visible de la Gran Coalición con su estilo de canciller a la sombra, Merkel parece haberle ganado la partida de liderazgo a su ex socio, Frank-Walter Steinmeier. Ya sea con los socialdemócratas o con los liberales, “Angie”, como la llaman cariñosamente medios y población alemanas, parece contar con todos las papeletas para renovar su mandato. Por delante, sin embargo, no le espera un camino de rosas: el avispero de Afganistán (donde Alemania tiene tropas destinadas), cuestiones de consumo interno como el salario mínimo (que CDU se niega a fijar) y el abandono definitivo de la energía nuclear (que Merkel sigue defendiendo hasta que las energía renovables sean económicamente rentables pese al rechazo de la mayor parte de la población), la gestión de la crisis o las por momentos tormentosas relaciones con sus hermanos socialcristianos de Baviera serán algunos de los temas con los que Merkel tendrá que lidiar en caso de ser reelegida.

En una de sus últimas comparecencias oficiales como canciller, desde su habitual estilo discreto, Merkel se permitió mostrar una seguridad rayana con la presunción: al ser preguntada por qué pasaría si no fuera reelegida canciller, Merkel respondió: “El escenario escrito por usted no ocurrirá”. Y es que muchos fueron los que subestimaron a la probable futura canciller alemana.

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