martes, 22 de julio de 2008

La doble moral de las multinacionales

Volkswagen es el ejemplo perfecto de las empresas extranjeras que opera en China: multinacional alemana fabricante de automóviles que aprovecha el enorme potencial del mercado chino y cuenta con excelentes relaciones con el Gobierno de Pekín.

Volkswagen es el líder absoluto del mercado automovilístico chino: con un 18% del mismo, vende un millón de turismos al año y ha esponsorizado la marcha internacional de la antorcha olímpica. Winfried Vahland, presidente ejecutivo de Volkswagen China, razona de la siguiente manera ese apoyo: “Apoyamos la marcha internacional de la antorcha olímpica porque representa los valores de la hermandad, la paz y la justicia, valores que nuestra empresa comparte.” Nada dice Winfried Vahland de las maldades del régimen chino. Las ganancias parecen ser la base perfecta para que las multinacionales (y los gobiernos de sus correspondientes países) olviden la falta de respeto de los derechos humanos en China y las constantes informes críticos con Pekín de organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch.

La doble moral puede silenciar la realidad, pero no hace desaparecer el constante abuso de los derechos humanos del régimen autoritario neoliberal chino. La débil sociedad civil del gigante asiático está plagada de historias individuales de personas que han sufrido el látigo del Estado por levantar la voz contra la arbitrariedad y la falta de justicia y libertad. Una de ellas es la de Teng Biao, abogado y profesor de universidad abiertamente crítico con el régimen. Biao no calló pese a las amenazas del Estado. El abogado, que ha colaborado con campañas internacionales de Amnistía Internacional, fue secuestrado el pasado 6 de marzo frente a las puertas de su casa por miembros de la Oficina de Seguridad Pública. Durante varios días fue sometido a amenazas y torturas psicológicas. Finalmente fue puesto en libertad. Desde entonces su vida está inmersa en un constante estado de excepción.

“Como intelectual es mi responsabilidad denunciar la injusticia; como abogado, me veo obligado a ayudar a la gente. Los principales problemas de mi país son la falta de libertad de prensa, opinión y religión, el uso de la tortura y la pena de muerte, y la existencia de un partido único.” Y tilda de ingenuos a los que creen que el desarrollo económico traerá el cambio político: “Es cierto que la libertad económica ha provocado cambios, pero tiene que ser la incipiente sociedad civil la que fuerce la llegada del cambio político.”

“Los Juegos Olímpicos tampoco arreglarán nada”. Según Biao, activistas como él serán duramente vigilados, castigados e incluso encarcelados durante su celebración. Con todo, las Olimpiadas podrían ser una gran oportunidad para llamar la atención sobre la falta de libertad: “Todo depende del empeño que pongamos en ello”. A principios del pasado abril, Teng Biao y otros 18 prominentes abogados pro derechos humanos firmaron una carta pública en la que pedían al Gobierno un trato justo y legal de los detenidos en el levantamiento del Tibet del pasado marzo. Además, ofrecían apoyo jurídico a los tibetanos apresados. El Ministerio de Justicia no tardó en responder a los firmantes con amenazas de sanciones. El pasado 31 de mayo vencía la licencia de abogado de Biao. El Gobierno se negó a renovarla por haber representado “ciertos casos sensibles”. El hostigamiento contra él y otros activistas ha continuado. A principios de julio, la policía mantuvo a Biao en arresto domiciliario durante un par de días para evitar que se encontrase con representantes del Congreso estadounidense. El disidente ha decidido finalmente esperar hasta después de las Olimpiadas para seguir con su tarea de activista. Uno se pregunta inevitablemente si éstos son lo valores de “hermandad, paz y justicia” a los que se refiere el presidente ejecutivo de Wolkswagen China.

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